Desperté bajo un cielo rojo en el que la luz luchaba por hacerse camino entre gruesas capas de nubes. ¿Quién era yo? ¿Cómo había llegado hasta allí?
Imposible bajo ese cielo del color de la sangre… saber si era de día o de noche.
Solo recordaba vagamente caminar de la mano de alguien...atravesando extrañas colinas... Recordaba también un beso...un caluroso beso.
Observé que tenía una quemadura en la mano...me puse en pie y comencé a caminar por un blanco paisaje helado en lo que parecía el borde del mundo.
De repente oí algo que me puso la piel de gallina....Un extraño griterío… y avanzando entre el viento helado y sobre la crujiente nieve, me encontré frente a frente con un grupo de enormes pingüinos de pico agudo.
Uno de los pingüinos se acercó y me estudió con cierta impertinencia. Me dio la bienvenida a lo que él llamó el último grupo de supervivientes del planeta.
Al parecer, debido al cambio climático, el planeta entero estaba cubierto con hielo y puesto que sus cuerpos estaban bien equipados para climas glaciales, ellos habían sobrevivido. El espectáculo de su alimentación era desagradable de observar, verlos allí cortándose y despedazándose entre ellos con sus picos no era algo apto para estómagos delicados.
Yo no debía ser plato de su gusto...por lo que el pingüino no tuvo inconveniente en señalarme cual era el camino hacia el norte, aunque me advirtió que allí la situación no mejoraba en absoluto.
Llegué tras una hora de caminar por la resbaladiza nieve a un enorme lago bordeado por altas paredes de hielo.
El color del agua era rojo sangre. El pingüino había dicho que hacia el norte todo el agua tendría ese color rojo; la sangre de todas las criaturas desaparecidas con los cambios geológicos. Era espantoso.
Alimentándome como bien pude, atravesé los helados valles que otrora fueran el mar.
Observé que estos valles eran ahora utilizados por un grupo de felices criaturas que jugaban al rugby en lo que parecían pistas preparadas para ese menester, como la nieve era helada, era divertido ver cómo piernas enteras de repente desaparecían en la masa blanca. Había risas;
Eso levantó mi ánimo.
Cuando la nieve desapareció caminé por un suelo negro. En alguna parte encontré una indicación de que me encontraba en una isla con forma de herradura llamada “Deception Island” El color del mar era menos rojo y sospeché que las indicaciones del pingüino no eran del todo ciertas.
El negro suelo dio otra vez paso a la nieve. En la distancia volví a oír ese cacareo tan especial de los pingüinos. Estos eran de otra especie, mucho más menudos y por lo que parecía, estaban criando. Una hembra anciana suspirando se me acercó.
Ella me dijo que eran el último grupo en el planeta de esta especie en particular e intentaban poner tantos huevos como fuera posible asegurando así una nueva generación. Decía que había muchos problemas para realizar este proyecto pues cada huevo contenía hasta ahora, solamente sangre en su interior. Utilizaban estos huevos en su desesperación como único alimento.
El líder me hizo saber que al norte se encontraba una antigua isla llamada South Georgia. Tras una semana atravesando paisajes increíbles y alimentándome de sangre de pingüino helada llegué a la famosa isla.
.George, un oficial británico impecablemente vestido, me recibió y puso al tanto de la historia de la isla, incluyendo el ilustre Shackleton. Ojos de reno cocidos (la especialidad de la isla) y vodka fueron servidos por cena. Expliqué a George todo cuanto había visto en mi viaje. El me escuchaba atónito y no había oído hablar de tal historia. . Según su historia los continentes se habían reunido a través de los movimientos sísmicos. Primero el nivel del mar había crecido, destruyendo muchos países y civilizaciones... Luego, la mayoría del agua había desaparecido totalmente excepto en los polos. El fondo oceánico eran ahora visibles y erosionados paisajes increíbles. George concluyó su historia diciéndome que este planeta nuevo, la anterior tierra... se llama ahora Zavtrastan.
Todo esto tomaba para mí un cariz fantástico ¿un sueño?
Pasé algunos días en la pequeña y acogedora residencia de South Georgia...pero empezaba a molestarme la mirada omnipresente de los pingüinos disecados que la decoraban...Decidí que era el momento de proseguir mi viaje hacia el norte.
Con buenas provisiones ahora, caminé durante semanas. Ocasionalmente aparecían inscripciones extrañas en el anterior suelo marino. El clima se hacía más caluroso. Todavía me encontraba con pequeños grupos de pingüinos. El color del suelo variaba cada vez de rojo a negro donde había un área volcánica. A veces la caminata implicaba subir alturas enormes que antes fueran islas. Algunas de éstas tenían vistas excelentes desde la cumbre. Tuve todavía una chispa de esperanza.
Caminé incluso de noche, en mi búsqueda desesperada de algún tipo de civilización. Una tarde, durante una hermosa puesta de sol, observé un edificio blanco de forma peculiar en una de las islas. Se podía oír cantar dentro. Sonaba como cantos budistas aunque esta área era el Océano Atlántico. Vi a viejos hombres con los ojos tristes. Estaban cogidos de la mano. Deseaba desesperadamente hablar con ellos, pero solo conseguí su silencio indiferente...
Cada vez se hacia mas complicado andar por el suelo marino, cientos de cactus extraños lo cubrían. Me encontré con un grupo de dragones de color verde intenso...Me hablaron en una lengua perfectamente clara y me explicaron que esta, era ahora la vegetación que mejor podía adaptarse al nuevo clima .Me regalaron un trocito de cactus que mastiqué.
El agua me rodeaba, a veces en forma de espejismo, otras veces como mi propia alucinación.
Después de otro mes caminando llegué a una región con muchos lagos. El agua estaba clara. No había rastros de sangre. Mi camino aquí implicó subir mucho. El área se volvió más fría; había incluso un poco de niebla fina. Por primera vez en semanas me sentía feliz. Pensaba en el comienzo de mi viaje y mi mano quemada.
¿Cómo me habría quemado?
¿Qué había pasado exactamente?
Tras cruzar los volcanes desemboqué en un espectacular lago con árboles muertos alrededor. Divisé un grupo pequeño de criaturas que venían hacia mí. ¡Cuando llegaron más cerca pude reconocerlos como… Turistas!
Me contaron que el sitio se llamaba Lago Del Dolor. Consiguió su nombre después de que toda la flora y fauna alrededor hubiera muerto. Apenas me quedaban ya provisiones, pero los turistas no compartieron su alimento conmigo. Por la noche intenté pescar un poco, pero tras una inspección más detallada, comprendí que mi pieza tenía un sospechoso color verde fluorescente, así que lo lanzé.
Después tendí una emboscada al campo turístico y robé algo de su alimento más una brujula digital. Luego me di cuenta que no funcionaba.
Por la mañana temprano seguí mi viaje. Arbustos y árboles muertos eran mi única compañía. No divisaba ni un poco de vegetación decente, pero por otra parte ya no se veían más pingüinos.
Esto me aliviaba profundamente...nunca me habían gustado esos pingüinos que tenían algo terrorífico.
Después de semanas de caminar entre arbustos secos, una voz me asustó inesperadamente. Resultó ser un booby y en la primera impresión, parecía ser un pajaro muy sabio.
Cuando estaba en el punto más álgido de su discurso, me recordó a cierto líder del mundo anterior. El booby no paraba de increpar: Los pingüinos son malos... desean el mundo para sí mismos.... Los problemas ambientales recientes son culpa suya.... Se debe iniciar una guerra contra los pingüinos…
Al final de su discurso político el booby me pidió a que fuera a la cercana iglesia de la Santa Alma para rezar.
Llegué a la iglesia de noche. Era Luna Llena y la iglesia era cerrada. Había decidido visitar la iglesia para buscar presencia humana y no para rezar contra los pingüinos. En el amanecer un hombre que pareció un sacerdote hindú abrió la puerta. Dentro de la iglesia estaban estatuas de Ganesh, Shiva y cruces católicas. Desconcertado, oí de repente al booby comenzar el ritual. Sorprendentemente, aparecieron criaturas por todas partes. Aparte del sacerdote hindú y yo había solamente otro humano entre los presentes.
Él tenía ojos ardientes y me aconsejó, en un susurro, partir de inmediato; al norte.
Todavía quedaba esperanza.
Me acompaño durante un trecho a través de la hierba seca y marchita...luego llegamos al
principio de un camino...un camino rojo...tomó mi mano...
Desperté bajo un cielo rojo en el que la luz luchaba por hacerse camino entre gruesas capas de nubes. ¿Quién era yo? ¿Cómo había llegado hasta allí?
Imposible bajo ese cielo del color de la sangre.... saber si era de día o de noche.
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